
El caso es que los 7 magníficos nos juntamos y el sábado 2 de agosto, a media mañana, nos pusimos en camino hacia Bielsa con la idea de llegar a dormir en algún lugarejo donde poder estirar el saco y a ser posible, de la forma más económica posible. Y vaya si lo encontramos...de hecho ha quedado bien retratado para la guía Gansa. Llegamos tarde en la noche debido a alguna tomtomteria sin importancia, pero como había buen humor y ganas de pasarlo bien, nos echamos unas risas.
Un buen desayuno y tiramos enseguida hacia el impresionante valle de Pineta. Para estirar las piernas e ir calentado un poc
o los músculos después del viaje del día anterior, decidimos hacer una excursioncita sin demasiadas pretensiones subiendo a los Los Llanos de La Larri. A algunos se les calentaron las piernas e intentaron una ascensión a cabra loca que resultó infructuosa...ya se sabe lo que tienen los excesos de las hormonas y las "drojas". Disfrutamos de unas vis
tas impresionantes del Balcón de Pineta, del Monte Perdido y los paredones del Collado de Añisclo. A la bajada, un buen festín de embutidos de la tierra mojados en el vinazo que maese Esteban tuvo a bien en proveernos en cantidad no despreciable (15 l). Recogimos y nos pusimos en camino hacia Francia para estar por la tarde cerca de nuestro primer tresmil que atacaríamos al día siguiente: el Neauvielle.
Tras pasar el túnel de Bielsa y dejar el sol español, entramos en una Francia nublada. Trepidante bajada (con quemazón de pastillas de freno incluída) desde el túnel hasta el primer pueblecito frances donde disfrutamos de la hospitalidad gala. Oficina de información y ya nos proveímos de panfletos para mitigar el tedio del viaje. Unos chocolatitos calientes (o así llamaban a aquel aguachirle) y nos subimos a la rula, que todavía nos quedaba un trecho hasta llegar a nuestro destino. El matrimonio francés del bar nos debió ver cara de muertos de hambre y nos dieron el pan duro del día anterior. Y nosotros, que somos "mu" bien educaos, nos los llevamos y dimos buena cuenta de él.
Llegamos a la entrada del Parque de Neauvielle (el Jocko sabe pronunciarlo muy bien dada su experiencia intergaláctica). Continuará.
Tras pasar el túnel de Bielsa y dejar el sol español, entramos en una Francia nublada. Trepidante bajada (con quemazón de pastillas de freno incluída) desde el túnel hasta el primer pueblecito frances donde disfrutamos de la hospitalidad gala. Oficina de información y ya nos proveímos de panfletos para mitigar el tedio del viaje. Unos chocolatitos calientes (o así llamaban a aquel aguachirle) y nos subimos a la rula, que todavía nos quedaba un trecho hasta llegar a nuestro destino. El matrimonio francés del bar nos debió ver cara de muertos de hambre y nos dieron el pan duro del día anterior. Y nosotros, que somos "mu" bien educaos, nos los llevamos y dimos buena cuenta de él.
Llegamos a la entrada del Parque de Neauvielle (el Jocko sabe pronunciarlo muy bien dada su experiencia intergaláctica). Continuará.
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